Fuente: Diario ABC 11/6/2012.
Las investigaciones que
llevó a cabo la Ahnenerbe recuerdan al guión de
alguna de las películas protagonizadas por Indiana Jones. La «secta»
paracientífica creada por Heinrich Himmler
recorrió el mundo en busca del origen del pueblo ario, de pruebas de su
superioridad racial y de «objetos
de poder» que le permitiesen dominar el planeta. La organización ocultista
también estuvo en España. Los nazis creyeron que en nuestro país podrían
encontrar alguna pista de esos preciados tesoros que los iban a hacer
invencibles.
La Deutsches Ahnenerbe,
o «Sociedad para la
Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral
Alemana», fue una organización integrada en las SS como sección antropológica y
arqueológica que investigó los orígenes misteriosos de la «raza aria». Liderada
por el «reichführer» Heinrich Himmler, y dirigida por
el coronel Wolfram von Sievers, convirtió el
castillo de Wewelsburg, en Westfalia, en su cuartel general y destino de las
reliquias que recogía por todo el mundo.
La Lanza y la Piedra
Según cuenta Janire Rámila en La Ahnenerbe y la búsqueda de reliquias, la sección esotérica de
las SS quiso robar de la abadía de Westminster la Piedra de Scone sobre la que se coronan los reyes de
Inglaterra y que, creían los nazis, fue sobre la que Jacob se recostó antes de
soñar con la escalera que llevaba a Dios. Pero el Tercer Reich no
consiguió hacerse con esa «poderosa arma».
Horas antes del suicidio de Hitler, los americanos se hicieron con la Lanza
La Ahnenerbe tuvo también
entre sus objetivos la Lanza del Destino,
con la que el centurión romano Cayo
Casio Longinos hirió en el costado a Cristo. Existían cuatro lanzas, pero
los nazis creían que la que se encontraba en el Museo Hofburg de Viena era
la auténtica. Cuando el Tercer Reich se anexionó Austria, la pieza pasó a manos
de Adolf Hitler. Se suponía que otorgaba la victoria por siempre a su poseedor,
y la derrota y muerte a quien la perdiera. Horas antes de que el «führer» se suicidase en su búnker berlinés, soldados
estadounidenses habían logrado hacerse con la Lanza de Longinos o del Destino. Sobre la
autenticidad de la pieza que robó Hitler no hay duda. Los análisis
efectuados en 2003 revelaron que la hoja de la lanza es de
los siglos VII u VIII.
Himmler contra el padre Ripol
De entre todos los
«objetos de poder» que buscó la
Ahnenerbe, la pieza más codiciada por la sección
ocultista de las SS era el Santo Grial, que
utilizó Jesús en la última Cena y que recogió su sangre cuando moría
crucificado. Se supone que José de Arimatea lo llevó a Europa, y que los
cátaros fueron los últimos en guardarlo en el Languedoc
francés. Allí, en las ruinas de Montsegur, lo buscó infructuosamente uno de los
miembros más destacados de la
Ahnenerbe, el ocultista Otto Rahn.
Tras el fracaso de este gurú del esoterismo nazi, Himmler visitó el monasterio
de Montserrat y preguntó por el Cáliz. Como señala Rámila, el «reichführer»
quiso visitar los pasadizos subterráneos de la montaña,
muy cercana a Montsegur, pero el padre Ripol,
que hacía de anfitrión, rechazó la solicitud.
Miguel
G. Aracil cuenta en Himmler en Montserrat: en
busca del Grial que el líder de las SS exigió ver todos los
documentos del monasterio que estuviesen relacionados con el Cáliz. Ante la
negativa del padre Ripol, Himmler gritó: «¡Todo el mundo en Alemania sabe que
el Grial está en Montserrat!».
Aracil cuenta también
que el «reichführer» se negó a besar la imagen de la Virgen negra de Montserrat,
la
Moreneta, y demostró su ignorancia cuando
«mientras visitaba el museo del monasterio, al ver unos restos
de un hombre íbero de grandes dimensiones, aventuró que se trataba sin duda
de un guerrero nórdico. Cuando el padre Ripol le explicó que era un íbero, no
un nórdico, el nazi aseguró enojado que los íberos eran oriundos del norte de
Europa».
Nazis en Toledo
Según cuenta Janire
Rámila en Operación Trompetas de Jericó, otro de
los tesoros que ambicionó la
Ahnenerbe fue el Arca de la Alianza.
Su búsqueda llevó a
la sección arqueológica de las SS hasta España. Según las Sagradas Escrituras, Dios
ordenó a Moisés construir un arca como símbolo de la Alianza entre Él y el
pueblo de Israel. Los judíos la construyeron y guardaron en su interior las
Tablas con los Diez Mandamientos, la vara de Aarón y maná en un jarrón dorado.
Se trataba de un arma poderosa, pues tocarla provocaba la muerte, y poseerla
otorgaba la victoria. Con ella, 40.000 hebreos marcharon durante siete días
alrededor de la ciudad de Jericó, el séptimo día
los sacerdotes tocaron sus trompetas y la
muralla de la ciudad se derrumbó.
«¡Todo el mundo en Alemania sabe que el Grial está en Montserrat!»
Pero a los nazis
de la Ahnenerbe
se les presentaría un problema en caso de encontrar el Arca. Según la tradición
hebrea, sólo un gran rabino judío podría abrirla sin morir, porque para ello
era necesario conocer el verdadero nombre de Dios.
Únicamente mediante la cabalística, o ciencia que persigue la comprensión de lo
divino a través de los números y las letras, podrían los nazis conocer el
nombre de Dios y abrir el Arca. La
Ahnenerbe buscó un cabalista judío, y lo encontró en
Auschwitz. El cabalista, que no quería volver al campo de exterminio, se calló
el hecho de que según la tradición, tras la muerte de Jesús en la cruz y el
posterior desgarro del velo del Templo de Jerusalén, el pacto entre Dios e Israel se
rompió, y el Arca perdió su poder.
Rámila asegura que el
cabalista dirigió a la
Ahnenerbe hasta la comunidad judía de
Toledo. Allí los nazis debieron encontrar alguna pista del Arca,
porque poco después el almirante Wilhelm Canaris,
máximo responsable del espionaje de la Wehrmacht, decidió dirigirse al madrileño Museo Arqueológico Nacional,
donde creía que podría encontrar el Arca entre una colección de piezas del
Antiguo Egipto supuestamente recopiladas por una logia masónica. Sin duda los
nazis no lograron hacerse con este potente «arma», porque perdieron la guerra.
Las expediciones al Tíbet y Sudamérica
Algunas teorías de los
racistas nazis sostenían que el Tíbet pudo ser la cuna del
pueblo ario. Según cuenta Heather Pringle en El plan maestro: arqueología fantástica al servicio del régimen
nazi, «los investigadores raciales afirmaban que los ancestros de
Alemania conquistaron Asia en el pasado remoto, dando lugar a una poderosa clase dominante de cabellos rubios».
La sección arqueológica
de las SS envió una expedición al Tíbet dirigida por el biólogo Ernst Schäfer. Según Pringle, el investigador racial Bruno Beger, encargado de la parte más esotérica de la
misión, midió los cráneos de 376 personas y sacó moldes
de las cabezas y rostros de 17. El equipo de Schäfer llevó también a Alemania
numerosos volúmenes de textos
sagrados tibetanos. La
Orden Negra, organización paralela a
la sección ocultista de las SS, estaba interesada en los rituales de los lamas
para contactar con los «seres superiores».
Los nazis de Ahnenerbe
también se interesaron por Sudamérica. Heather Pringle cuenta en su obra que el
ocultista «Edmund Kiss creía que la antigua
capital andina de Tiwanaku era creación de unos
colonos nórdicos que habían llegado a Bolivia por mar hacía más de un millón de
años [...] Convenció a Himmler de que le enviara en una expedición de veinte
hombres a Bolivia, un plan que sólo se vería frustrado por el inicio de la
guerra». Según Rámila, un comando de la sección esotérica de las SS, al mando
de Karl-Maria Wiligut, viajó a Sudamérica a fin
de hacerse con distintos «objetos de poder», como el Martillo
de Wotan o las misteriosas calaveras de cristal
precolombinas.
Crímenes contra la Humanidad
José
Gregorio González recoge en Arqueología
«fantástica» estas palabras de Bruno Beger, miembro del equipo que la Ahnenerbe envió al
Tíbet: «Soy de la opinión de que el completo exterminio de los judíos en
Europa, y fuera de ella, en todo el mundo si es posible, no supondrá que los
elementos espirituales del judaísmo, con los que nos encontramos a cada paso,
sean plenamente erradicados. De este hecho se deriva el importante papel de la
investigación de las almas raciales».
Ahnenerbe no fue sólo
una organización elitista de «arqueólogos» y «antropólogos» al servicio del
ocultismo nazi. También surtió de seres humanos a la experimentación
médica del Tercer Reich. En la entrevista que hizo González a
Heather Pringle, la investigadora habla sobre las atrocidades médicas
patrocinadas por la sección de las SS: «August Hirt
y Bruno Beger seleccionaron prisioneros judíos para la “colección de
esqueletos”. Hirt también los expuso a gas mostaza». La Ahnenerbe inoculó la
vacuna del tifus a personas sanas, y también experimentó con gas fosgeno.
Tras el «Proceso de los
doctores» de los juicios de Nuremberg, Wolfram von Sievers, director de la Ahnenerbe, fue el único
miembro de la sección ocultista de las SS condenado a
muerte y ajusticiado por su participación en el suministro de seres
humanos a los experimentos médicos que se realizaron en los campos de
concentración del Tercer Reich. Los intentos de los nazis por descubrir la esencia aria viajando por todo
el mundo y experimentando con seres humanos no dieron fruto alguno. Tampoco
pudieron determinar qué era la «raza judía». Pringle afirma que «los
investigadores alemanes fueron incapaces de definir científicamente a la raza
judía, que no era más que un constructo ficticio. Un estudio revelaba que el 11 por ciento de los niños judíos eran rubios y de ojos azules».
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