Una de las cosas que más me fascinan del maravilloso mundo del tarot es precisamente su origen misterioso. De hecho, no se sabe a ciencia cierta quién lo creó, ni el verdadero secreto etimológico de su nombre. Aunque sí conocemos la similitud de la palabra tarot con vocablos de otras lenguas (tora = ley, en hebreo, tat: el todo, ta-ro = estrella fija, en sánscrito, etc.), lo cierto es que no existe una explicación única y precisa que englobe todo ese abanico filológico de posibles significados que envuelven al Tarot de ese halo de misterio, fascinación y respeto que desde hace siglos siempre ha tenido.
El Tarot representa a nuestro camino por la vida a través de sus Arcanos Mayores. De hecho, en su vasto recorrido contemplamos una precisión y exactitud tan inspiradoras que nos hace pensar en la verdadera naturaleza del propósito de su creador. ¿Por qué crear esta simbología plasmada en unas cartas? ¿Con qué propósito?Éliphas Lévy, en su Dogma y ritual de la alta magia lo describe de la siguiente forma:
Es una obra singular y monumental, simple y poderosa como la arquitectura de las pirámides; por lo tanto, perdurable como ellas; un libro que compendia todas todas las ciencias y cuyas infinitas combinaciones pueden resolver todos los problemas; un libro que habla haciendo pensar; inspirador y regulador de todas las concepciones posibles; acaso la obra maestra del alma humana, y sin duda alguna una de las cosas mas hermosas que nos haya legado la Antigüedad; clavícula universal, verdadera máquina filosófica que impide que el alma se extravíe, dejándole su iniciativa y su libertad; son las matemáticas aplicadas al obsoluto, la alianza de lo positivo y lo ideal, una lotería de pensamientos tan rigurosamente exactos como los números; por último, es acaso a un tiempo lo mas simple y lo mas grande que el genio humano ha concebido jamás.
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